Monday, July 31, 2006

De la diferenciacion al mimetismo en las modas

1. EXT. VIVEROS DE COYOACAN. DIA. 1

BIBIANA, una joven de 25 años, camina entre un sendero. En ambos lados hay filas de grandes árboles. Hay algunas hojas secas en el suelo. Los rayos del sol se filtran entre las ramas e iluminan el rostro de BIBIANA.

BIBIANA llega al final del sendero y se detiene frente a un árbol. Lo observa y lo examina detenidamente. Voltea a ver a su alrededor. Hay un canal por donde corre el agua, un atestado bote de basura amarillo y en un rincón una pareja se besa. Nadie mas cruza por ahí.

BIBIANA se acerca a un orificio del tronco del árbol y sin que nadie la mire, susurra algo dentro de él. Se agacha y con varios puñados de tierra tapa el orificio. Camina hacia el bote de basura, agarra una botella de plástico vacía y la llena con agua del canal.

Regresa al árbol y moja la tierra con la que tapó el orificio hasta que se hace una plasta de lodo. La pareja se sigue besando. BIBIANA camina hacia la salida de los Viveros.

Letras Iconograficas







Wednesday, July 19, 2006


Derrocando a los clásicos
Por David Barraza

Seis treinta de la mañana. Suena el despertador. Despierto y lo apago. El dolor de cabeza que inició la noche anterior ha desaparecido. Entre sueños recuerdo que necesito recomendar un libro para la exposición de mi clase de literatura. El lugar común me indica que Adriana llevará Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. José recomendará algo relacionado a la sosa teoría militar en la cual estuvo basada la Guerra de las Galaxias. Nayelli, con su infantilísima actitud tratará de convencernos de que leamos poesía de Mario Benedetti. Diego, quien es en apariencia el más arriesgado de la clase, acabará por recomendar a Juan Rulfo con su Pedro Páramo.

Ahora suena mi segundo despertador, el del celular, y estoy consciente de que si no me apuro, estaré fuera de la única clase del día que vale la pena. Mientras me visto, pienso que libro llevaré. Necesito persuadir a quince pasivos estudiantes de que lean algunas letras que en verdad valgan la pena. Y es que los clásicos, son precisamente eso, clásicos, y su calidad literaria ha estado comprobada durante ya varios años. Volteo a mi estante y encuentro tres libros formados uno detrás del otro. Los títulos dicen: Hipotermia, Vapor, El huésped. Son los últimos tres libros que he leído en lo que va del año y me convenzo de que eso es lo que debemos leer los jóvenes universitarios. Historias escritas con rigor, con tenacidad, con amor. En donde los personajes sienten, sufren, se enamoran y de paso comparten características que creíamos solo nuestras.

Subo a mi auto y voy camino a la universidad. Aún es de noche. En las afueras de las cantinas y bares quedan los restos de una aparente noche divertida. Me pongo a pensar que es lo que voy a decir de cada uno de los libros. De principio tendré que justificar porque he decidido llevar tres y no un libro sin que suene demasiado nerd. En mi mente mi exposición reza más o menos así:

Buenos días, soy David Barraza y voy a recomendarles no uno sino tres libros brutalmente bien escritos, y es que en la literatura los limites cuantitativos en realidad no funcionan. El primero de ellos apareció a inicios de 2006 y se titula Hipotermia. Fue escrito por el joven escritor mexicano Álvaro Enrigue…

El tráfico circula lentamente y la radio toca una mongolesca canción de reggetón. Lo apago y decido concentrarme en lo que aun no digo.

… quien construyó con un lenguaje simple y bien estructurado, personajes solitarios, oscuros y únicos, que esconden una inmensa tristeza en su hipotérmico, pero siempre sonriente semblante. Este creador o escritor (o cocinero, como ocurre en uno de los cuentos) reflexiona y se desdobla a lo largo de Hipotermia, al grado que podría decirse que el único defecto estorboso de Enrigue es cuando se torna en comentarista de su propia obra mediante la conocida terapia implícita en reírse de sus propios chistes. Pero no podía ser de otra manera en un libro tan veladamente existencial que transita por una espesa selva emotiva, floración que faltaba en Virtudes capitales (1998), su primer libro de cuentos.

Faltan quince minutos para que empiece la clase, el automóvil avanza con mayor facilidad, pero la lluvia hace lento el trayecto. Aún me faltan los diálogos de mis otras dos recomendaciones.

El segundo libro es Vapor, de la mexicana Julieta García González. Este texto es una crítica ácida, pero de gran sabor, a la alta sociedad mexicana quien pasa la mayor parte del día con caretas artificiales para disimular sus perversidades dentro de un club deportivo, específicamente en el cuarto de vapor. Con personajes arrepentidos, dolientes, pero verdaderamente entrañables, esta mexicana se perfila como una de las grandes narradoras de nuestro país.

Llego a la universidad. Voy a la cafetería por un americano. En camino al salón, donde espera la mayoría de mi audiencia, decido mi tercera y ultima justificación de mi elección literaria.

El ultimo libro que quiero recomendar se titula El Huésped, escrito por la mexicana Guadalupe Nettel, en donde la autora describe los oscuros personajes que habitan en nosotros y que en momentos críticos hacen su aparición, hasta que terminamos por acostumbrarnos a su existencia, resignándonos a nuestra frágil condición humana…

No me da tiempo de pensar en más y todavía me falta el título de mi exposición. La clase ha iniciado. El maestro toma lista y la primera en pasar al frente es Adriana. Efectivamente, va a recomendarnos Cien años de soledad. He decido el titulo de mi exposición: Derrocando a los clásicos.